La prensa de pago se muere. Irremediablemente. El diario en papel sobrevivirá, pero sólo como un producto elitista y de nichos. El futuro es digital, pero no es cuestión de soporte, es un cambio estructural como no ocurría desde la aparición de la prensa popular a finales del siglo XIX.

La cuestión es dónde está el discurso informativo y cuál es su proceso, su flujo y sus actores.
Y ya no está sólo en la prensa tradicional.

La prensa moderna nació con la democratización política y social. Se ha desarrollado con los estados industrializados y el progreso material y político. Es la razón por la que sigue creciendo en los países en desarrollo cuya democracia o apertura política y social avanza.

En los países del tercer sector, instalados en la revolución digital y de los servicios, la irrupción de nuevas tecnologías han permitido a muchos ciudadanos amplificar su voz para llegar a una audiencia en teoría infinita. Es el fin de la comunicación de masas y la aparición de un mercado infinito de nichos.

La crisis de la autoridad, de la credibilidad y de la mediación son el eje del crack de la prensa tradicional.

"Un buen diario es una nación hablándose a sí misma". En The Economist, que se pregunta en su último número ¿quién ha matado a los diarios?, recapitulan datos, síntomas de una larga enfermedad.
Junto al cambio social facilitado por la tecnología también ha mudado el negocio, su estructura. La gratuidad (en internet y en la prensa gratuita) y el acceso universal a las fuentes y la información dejan un margen mucho más estrecho a la prensa.
La información de calidad de pago en soporte papel ya no será un producto masivo. Tendrá sus clientes, pero serán pocos y pagarán más por el diario.
La prensa popular y de amplia difusión es gratuita.

La información y el nuevo ámbito de debate de la opinión pública está en internet. La democratización ha llegado a la opinión, mucho, y a la información, menos.
Es necesaria una nueva prensa. Los editores, ejecutivos y profesionales están obligados a cambiar la estructura del periodismo y del negocio para sobrevivir y medrar en el nuevo ecosistema de la información y los medios.

El futuro es digital, móvil, audiovisual... pero también, y sobre todo, mucho más crítico y disperso. Mercado de nichos, no de gran consumo. Ese debe ser el eje del cambio de economía de la prensa de papel.

El cambio informativo obliga a abrirse a la participación y la interactividad de los ciudadanos. No sólo oír su voz, sino integrar sus criterios y aportaciones en la propia información. Ahora se llama periodismo de fuente abierta o de P2P, pero es el buen periodismo de siempre, el que se hundía en el debate público para encontrar la información allá donde estuviera y buscaba la verdad práctica con los ojos de su público.
Sólo eso. ¡Y qué dificil es!

"El periodista es alguien que debe decir la verdad y difundir la información necesaria para el autogobierno del pueblo", la definición de Jack Fuller, ex director y editor del Chicago Tribune, ahonda en la clave: informar, no gobernar.
El periodismo debe ser un vigilante del poder, no su aliado.

El periodismo y los medios están para alimentar el debate público, no para manipularlo ni condicionarlo. Esa época, tan vigente y todavía con tantos emisores y receptores, es el blanco de la crítica de los ciudadanos que se han lanzado al ciberespacio (la blogosfera es la mejor muestra) para recuperar el espacio público reclamado por John Dewey o Jürgen Habermas.
El periodismo debe cambiar porque la sociedad y el poder cambian.
Porque toda la vida está ya mediatizada y aparecen las identidades de dominio público.

Otro menú informativo, caída de la difusión, trasvase lento de la publicidad, imposibilidad de rentabilizar la información digital con los márgenes acostumbrados en la prensa, presión de los accionistas... Factores y síntomas del fin de una era.

Walter Lippmann, periodista y teórico fundamental del periodismo objetivo del siglo XX, centraba el tiro: "la función de las noticias es resaltar un acontecimiento, la función de la verdad es traer a la luz los hechos ocultos".

Es el gran problema. Muchos se preguntan si los medios digitales tendrán la capacidad, voluntad y recursos necesarios para invertir en reporterismo, en información. Es el gran patrimonio de los mejores medios, de los grandes diarios que han dictado la agenda informativa durante gran parte del siglo XX.

Renace en muchos ámbitos el aliento de despegarse de la tiranía de los beneficios y los accionistas para emplear todos los recursos en información. Sólo la independencia económica garantiza la libertad editorial.

Vuelve a surgir la búsqueda profesional de otras estructuras empresariales para la información: fundaciones, medios de negocio abierto, etc.
Muchas preguntas todavía a estas alturas.

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